Los villancicos tienen de particularidad precisamente lo que indica su nombre: ser obra de villanos (entendiendo por tales los habitantes de la villa,
en oposición a los de la corte).
En Navidad el pueblo tenía licencia para tomar la iglesia como suya,
y celebrar sus cultos peculiarísimos
(con representaciones del misterio del Nacimiento incluidas),
de los que nos han quedado sólo los cantos:
los villancicos.
La Iglesia se llevó siempre mal con estas músicas y esas letras
tan poco acordes con la seriedad del culto religioso.
Por eso acabó sacando fuera de Misa las representaciones de teatro sacro
y los cantos que las acompañaban.
Pero no consiguió desterrarlos del todo.
No sólo eso, sino que desde la misma oficialidad eclesiástica
se compusieron algunos villancicos de mucha calidad, y en latín.
El mejor de todos, el único que ha quedado incorporado a los libros litúrgicos oficiales,
el Adeste fideles.
Se trata de una composición en buena métrica y con un vocabulario exquisito.
Tanto la música gregoriana como la letra nos hacen pensar en una solemne marcha procesional:
Triumphantes, ovantes, venite, venite,
son palabras que nos hablan de de la solemnidad de la marcha.
La adoración de los pastores, el misterio del Dios hecho hombre, hecho Niño.
Y la invitación final a abrigarle con nuestros abrazos
y a pagarle con amor a quien así nos amó.
He ahí el argumento sublime del Adeste fideles, tan inusual en los villancicos.
Feliz Navidad a todo el Mundo y animo no hay peor crisis que la perdida de la esperanza... gracias por llenar de felicidad este año de mi vida, los quiere su amigo y?.... Pedro Daniel Godinez Arellano
"Vive la vida, como si cada uno de los días fuera un nuevo nacimiento"
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